De la Fiebre del Caucho al Nefasto Oro Amazonico: La Historia se Repite (Altavoz)


El 11 de marzo del 2011 se registró en la Península de Oshika, Japón, uno de los 5 terremotos más severos jamás registrados. Con una magnitud de 9.0 grados, fue 11 veces más potente que el terremoto de Pisco del 2006 (la escala es exponencial), produciendo un tsunami que dejo seriamente dañada la central nuclear de Fukushima. Luego de dos años, Fukushima continúa dando noticias porque hasta ahora no es posible controlar las fugas nucleares; solo la semana pasada se descubrieron nuevas fugas de agua contaminada.

Fukushima era una central de segunda generación con una capacidad de 4.7 GW (4,700 Mega watts), lo que la situaba entre las 15 más grandes del mundo. A modo de comparación, la capacidad energética del Perú es de 6.7 GW, es decir, Fukushima podría haber abastecido, sola, el 70% de todo nuestro consumo eléctrico. Pero como suele suceder con las grandes catástrofes, toda la previsión y diseño de numerosos niveles de seguridad y redundancia para evitar la fuga masiva de radiación no fue suficiente: El terremoto cortó la energía a sus sistemas de enfriamiento, con lo que se pasó a un “Plan B,” es decir, el enfriamiento con generadores in-situ. Pero estos generadores fueron también dañados por el tsunami, una doble falla cuya probabilidad era infinitesimal. El “Plan C,” enfriar los reactores forzadamente con agua de mar fue el que finalmente permitió contener el riesgo en el corto plazo.

Desafortunadamente, el ser humano se mueve por el miedo. En Alemania, la Canciller Angela Merkel cedió ante protestas masivas y cerró  intempestivamente 7 plantas nucleares que en su conjunto producían el 8% de la electricidad del país (10 GW). La unión Europea puso en revisión sus 143 plantas nucleares en funcionamiento y desde entonces la industria nuclear se encuentra en jaque.

Paradójicamente, es este tipo de reacciones las que más daño ambiental causarán a la humanidad porque la energía nuclear es la única alternativa real a los combustibles fósiles, la causa principal del calentamiento global. A diferencia de éstos, la energía nuclear no emite gases de efecto invernadero. Todas las otras formas de energía renovables que no calientan la atmosfera como la hidroelectricidad, el viento, y la energía solar, sin duda deberán jugar un papel importante en la matriz energética global, pero tienen desventajas relacionadas a la dificultad de su transporte y almacenamiento, estacionalidad, y potencia, lo que las limita como alternativas. Ningún país puede darse el lujo de paralizarse el día nublado aquel, en un año de sequía, en donde las centrales hidroeléctricas no produzcan, el viento no sople, y el sol no brille.

La realidad es que solo hay dos formas de producir energía ad libitum: quemando combustibles fósiles, o a través de la energía nuclear. La humanidad deberá escoger entre el veneno seguro de los combustibles fósiles que continúan alimentando el calentamiento global, o la energía limpia pero riesgosa de los reactores nucleares. Cualquier análisis técnico serio nos lleva a la conclusión de que a pesar de los titulares y el pánico que sigue causando Fukushima, la energía nuclear, ciertamente con estándares de seguridad cada vez mayores, deberá ser un ingrediente central para un futuro ambientalmente saludable. Es así de simple.

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